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Una trabajadora de fábrica encara a poderosos sindicatos de México


Julieta Morales García, secretaria general de la Liga Obrera Sindical Mexicana, habla con sus colegas fuera de la planta de autopartes VU Manufacturing, en Piedras Negras, México. 31 de agosto de 2022. REUTERS/Daniel Becerril

 

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Por Daina Beth Solomon

PIEDRAS NEGRAS, México, 27 oct (Reuters) — Hasta el año pasado, Julieta Morales era otra empleada de una fábrica que confeccionaba camisetas en el centro de México, furiosa por los bajos salarios y un sistema sindical en quiebra, que ella creía que servía más a las empresas que a los trabajadores.

Ahora, ella está a la cabeza de su propio sindicato incipiente y se enfrenta a centrales de trabajadores tradicionales conectadas políticamente que tanto despreciaba. Quiere mejores sueldos y beneficios pero, por encima de todo, dice que desea que los empleados tengan más control sobre quién los representa.

En agosto, su sindicato, La Liga, celebró su primera gran victoria al obtener el derecho a representar a sus compañeros en una pequeña fábrica de tapicería de automóviles llamada VU Manufacturing en la frontera con Estados Unidos.

Luego, en septiembre, sentaron las bases para asegurar el apoyo en otra planta, esta vez perteneciente al gigante industrial estadounidense 3M (NYSE:MMM) Co.

Esas victorias y las de otros sindicatos nuevos, son señales de un movimiento laboral revitalizado que se beneficia de vientos de cambio favorables tanto en México como en Estados Unidos, que están animando a reformistas a enfrentarse a poderosos intereses arraigados.

Morales, de 38 años, sabe que será una batalla.

«El otro sindicato es muy poderoso», afirmó, mientras sus ojos miraban un camino desértico cuando conducía la planta de VU Manufacturing, donde La Liga se enfrentaba a la Confederación de Trabajadores de México (CTM), que ha dominado el movimiento laboral del país durante décadas.

Más tarde, fuera de la fábrica en Piedras Negras que produce apoyabrazos y tapicería de puertas para marcas como Toyota (TYO:7203), Honda (TYO:7267) y Chrysler, Morales les anunció a los empleados de VU Manufacturing que La Liga estaba lista para lucha.

«Somos un sindicato muy diferente porque somos de trabajadores», argumentó. «Sabemos lo que es empezar desde abajo».

Morales solo puede servir como secretaria general durante tres años antes de volver a la línea de producción.

La visión centrada en los trabajadores, explica, marca un alejamiento de la historia mexicana de liderazgo sindical de arriba a abajo, dominada en su mayoría por hombres que nunca trabajaron un minuto en las instalaciones fabriles.

Las nuevas leyes presentadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador han facilitado que los trabajadores establezcan nuevos sindicatos y puedan desechar viejas agrupaciones gremiales.

El surgimiento de nuevos colectivos de empleados como La Liga también se ha visto favorecido por un acuerdo comercial revisado con Estados Unidos, según el cual las compañías pueden ser sancionadas si se descubre que impiden que los trabajadores formen nuevos sindicatos.

El mecanismo en virtud del tratado México, Canadá y Estados Unidos (TMEC) de 2020, que reemplazó al TLCAN de 1994, ya se ha implementado cinco veces en el país latinoamericano, incluso en General Motors Co (NYSE:GM), Stellantis y VU Manufacturing.

Los representantes de la CTM afirman que sus sindicatos defienden los derechos de sus representados, ofrecen beneficios como becas y programas deportivos y cumplen con las nuevas normas laborales de México.

3M asegura que respeta el derecho de los trabajadores a organizarse y negociará con el sindicato que elijan, buscando la estabilidad laboral.

VU Manufacturing, que tiene sede en Michigan, no respondió a solicitudes de comentarios. Una carta colocada dentro de la fábrica decía que la empresa no intervendría en la votación de los trabajadores para elegir su sindicato.

«A DONDE TENGAMOS QUE IR» La Liga bien puede representar solo una pequeña fracción de la fuerza laboral de México, con solo una planta asegurada y cerca de la victoria en otra, pero su surgimiento es una señal de cambio después de 30 años en los que los salarios han estado prácticamente estancados, mientras que en Estados Unidos la paga subió más del 50%.

La inflación mexicana ahora está alcanzando su punto más alto en dos décadas y está carcomiendo los sueldos: terreno fértil para un movimiento laboral revitalizado.

«Este es un momento candente», dijo Kevin Middlebrook, profesor de política latinoamericana en el University College London. «Es una conjunción de fuerzas tan favorable a la reforma laboral democrática en México (…) como uno podría imaginar».

Junto con La Liga, otros nuevos sindicatos también obtuvieron triunfos sobre poderosos rivales el año pasado en GM, la japonesa Panasonic (TYO:6752) y la vidriera francesa Saint-Gobain, prometiendo mejores salarios.

Incluso entre la nueva cosecha, La Liga se destaca por su visión más amplia: apuntar a empresas sin importar el sector, sin importar la ubicación.

«Vamos a ir a donde tengamos que ir», dijo Morales.

El siguiente objetivo es el fabricante de ropa deportiva Mex Mode en su estado natal de Puebla, propiedad de Kukdong Corp de Corea, donde ha trabajado durante 15 años y donde una vez se enojó tanto con su jefa sindical que ella y otros colegas echaron por la fuerza a la representante a la calle.

Mex Mode informó que históricamente ha ofrecido salarios superiores al promedio y mejores beneficios que los requeridos por la ley, y que los empleados son libres de afiliarse a cualquier sindicato.

Activistas que apoyan a La Liga también están hablando con compañeros en el estado central Querétaro, así como en Durango y Coahuila, cerca de la frontera norte.

Las empresas observan con cautela el surgimiento de estos sindicatos nacientes, aunque siguen siendo pocos y pequeños, sin saber cuán costosas pueden ser sus demandas y qué estrategias pueden usar.

A los empleadores también les preocupa que las grandes demandas de aumentos salariales puedan subir los costos y establecer precedentes en toda la industria, justo cuando las compañías sufren una inflación creciente, una recesión económica y políticas gubernamentales que han asustado a los inversionistas.

«El tema es que los sindicatos, quienquiera que sea, tenga el entendimiento de que la competitividad es nuestro limite», dijo José Zozaya, director de la principal asociación de la industria automotriz de México, AMIA. «Tenemos que mantenerla para proteger los empleos y la atracción de mayor número de empresas», añadió.

BARAJA DE OBSTÁCULOS

Durante décadas, la baraja ha estado en contra de los trabajadores mexicanos. 

Desde la Revolución Mexicana de principios del siglo XX, el movimiento obrero organizado creció junto al Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Cuando el PRI se convirtió en la fuerza dirigente -que gobernó México de forma ininterrumpida durante siete décadas hasta el año 2000-, el partido utilizó su estrecha relación con los principales sindicatos para mantener salarios bajos argumentando que era necesario para hacer a México competitivo y ayudar a su industrialización.

Incluso después de la caída del PRI, los sindicatos más importantes, como la CTM, se ganaron el favor del victorioso Partido de Acción Nacional (PAN) por su capacidad para sofocar huelgas y mantener controlados los salarios.

Pero en 2018, la elección de López Obrador dio paso al gobierno con el discurso más izquierdista de la historia democrática de México.

Coincidió con el impulso del entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a un acuerdo comercial revisado que, entre otras cosas, pretendía proteger los empleos estadounidenses reforzando derechos laborales de los trabajadores en México.

En México, el TMEC también vino acompañado de nuevas leyes que exigen el voto secreto en elecciones sindicales y la formación de tribunales independientes para sustituir a los paneles locales, a menudo amañados.

FÁBRICA POR FÁBRICA

Morales quiere aprovechar al máximo la apertura. Deja a sus tres hijos en casa y viaja de fábrica en fábrica buscando apoyo.

Sabe que su movimiento tiene una montaña que escalar. Muchos trabajadores de La Liga tienen poca experiencia en la organización y negociación de contratos y dicen que se enfrentan a empresas y abogados deseosos de mantener el «status quo».

Además, para conseguir apoyo, La Liga debe luchar contra una cultura del miedo y la apatía profundamente arraigada en torno a la denuncia.

    El próximo año podría ser crítico. La reforma laboral pretendía acabar con pactos entre empresarios y sindicatos hechos a espaldas de los trabajadores, llamados contratos de protección, y se espera que miles de ellos se disuelvan antes de mayo de 2023.

Para trabajadores que repentinamente se quedan sin contrato, La Liga espera poder intervenir. La estrategia consiste en ofrecer los recursos y la experiencia de La Liga y, al mismo tiempo, poner a los trabajadores directamente a cargo de la elaboración de sus contratos colectivos.

    En las próximas semanas, Morales tendrá la oportunidad de poner en práctica su visión cuando La Liga negocie su primer contrato colectivo, en VU Manufacturing.

Los trabajadores quieren un salario más alto, opciones de cafetería más baratas, un transporte más fácil y una mejor ventilación en la calurosa planta de producción, donde el aire huele a pegamento y los empleados se esfuerzan por ser escuchados por encima del ruido de las engrapadoras.

    Cuando visitó la planta en agosto, Morales se sentó en los bancos exteriores para comer y escuchó pacientemente las quejas de que La Liga no podía competir con la fuerza institucional de un sindicato rival más antiguo.

    Morales replicó: «¿De quién depende que cambie esto?».

(Reporte de Daina Beth Solomon; Editado por Stephen Eisenhammer y Lisa Shumaker; Traducido por Raúl Cortés Fernández y Adriana Barrera; Editado en español por Javier López de Lérida)

Fuente

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